
Ellas son Idelsa Velázquez y Beatriz Torres, mi madre y mi única abuela, porque Olema Martínez, la mamá de mi papá, ya nos dejó desde el año 2000.
Beatriz también se nos está yendo, a los 72 años, arrastrada por un cáncer en el esófago que pudo más que los numerosos esfuerzos de médicos, técnicos y enfermeros del Hospital Ernesto Guevara de Las Tunas.
Las miro sonrientes, como ajenas, y además de una profunda tristeza, siento una dicha grande por haberlas tenido cerca durante tantos años, fundamentalmente en los momentos más difíciles de mi vida.
A Mima, mi abuelita querida, le agradezco uno y otro consejo, la ayuda física cuando yo no podía sola y el amor sin reservas para mis hijos.
A mami, tantas cosas que no podría enumerarlas.
Lástima que la vida nos imponga caminos distantes y que el tiempo apenas nos dé espacio para decirnos, repetirnos y demostrarnos cuánto nos queremos.
Sé que la próxima celebración del Día de las Madres será triste, por las ausencias; pero, siempre habrá un recuerdo sincero para Beatriz y Olema; además de las flores y los besos que daré a mi Idelsa, por montones.
Mientras, aprovecharé el tiempo y en este Día de las Madres diré a mis dos queridas lo importantes que son para mí.
1 comentario:
Yenima, no dejas de sorprenderme y de emocionarme con esos temas tan sensibles. En relación con este de la cercanía de la muerte reconozco tu valentía porque en verdad no todos aceptamos el destino con la misma entereza. Puede que esa sea una herencia de tu abuelita, mírala que fuerte y firme se ve sobreponiéndose a su enfermedad que irremediablemente tiene un solo camino. Yo tengo el privilegio de tener a mis dos abuelas vivas y cuando el momento del adiós definitivo llegue sé que será muy difícil, pero igual que tú trataré de encontrar los mejores recuerdos para sobreponerme a su ausencia.
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