Conocí a Juan Almeida Bosque hace ya más de 15 años. Por ese entonces era estudiante de Periodismo y participaba en la asamblea constituyente de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana en Las Tunas.
Fue la primera y la única vez que lo tuve cerca de mí y me parece verlo ahora, con su uniforme verde olivo y su mirada firme y tierna al mismo tiempo, que despertaba sincera simpatía.
Fue mi encuentro real con el Comandante de la Revolución que conocí de niña, cuando leía o me contaban sus anécdotas del Moncada, el Presidio en la isla de Pinos, el Granma y la Sierra Maestra.
Fue el momento de tararear su preciosa canción de despedida de la linda Lupe y fue la oportunidad, desaprovechada por timidez, de recoger en mi grabadora su timbre jovial, animoso y comprometido.
Hoy, al cabo de tantos años, digo adiós al querido Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque, quien reposará eternamente en su Tercer Frente Oriental y en el corazón de los hijos de Las Tunas.
Y digo que sus ideales y su ejemplaridad revolucionaria tienen en mí y en todo el pueblo a fervientes seguidores, por siempre.
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