Poco a poco, la ciudad de Las Tunas, a 690 kilómetros al este de La Habana, se transforma para dejar atrás el calificativo de Cenicienta del oriente cubano.
Ahora es como una perla, cultivada dentro de una concha, durante largos años. En su recorrido se aprecian muchos cambios que contrastan con las leyendas que aún circulan. Sus construcciones antiguas se mezclan con la modernidad, como ocurre en la calle Francisco Vega, entre Lucas Ortiz y la Avenida Vicente García.
Donde cuentan que se suicidó una hermosa princesa rusa, hoy se levanta el centro Cultural Huellas y tal vez frente al moderno tele-punto de ETECSA se paseó el indio sin cabeza, del que dicen que en algunas madrugadas, anunciaba grandes tragedias.
De igual manera hay transformaciones más allá del casco histórico. Ya la ciudad no se puede atravesar de punta a cabo en poco tiempo, como hace unos años atrás. Ahora ha crecido hacia todos los puntos cardinales, donde hay nuevas edificaciones surgidas al calor del desarrollo urbanístico.
Edificios multifamiliares, establecimientos públicos, nuevos parques, amplias avenidas, rotondas, instalaciones deportivas y la Plaza de la Revolución Vicente García González son algunos ejemplos, que se suman a instituciones más añejas como el restaurante La Caldosa, el Tanque de Buenavista y el complejo de la salud.
Algunos dicen que Las Tunas no es una ciudad bonita; pero, hay belleza en los hidrantes de algunas esquinas del casco histórico y en las argollas que antaño sujetaban a los caballos para que sus dueños visitaran los comercios de la época.
También, en los bancos que hace varias décadas se donaron para el Parque Maceo y en el mapa de la ciudad que está frente a la Plaza Cultural.
En fin, con el paso del tiempo esta ciudad se embellece como una perla y con 215 años a cuestas, renace, cual ave Fénix, de entre sus incendios.
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