Morán, Lara (Venezuela).- El amor por la familia y la nostalgia por la Patria están presentes en los colaboradores cubanos que prestan sus servicios en Venezuela y normalmente es así, aunque muy temprano en la mañana comienzan las jornadas para los hombres y las mujeres que llegaron a todos los rincones de esta nación para prestar su ayuda solidaria.
Cada día, luego de un rápido
desayuno, se trasladan a los centros de diagnósticos integrales, consultorios
populares, gimnasios, fundos agrícolas, salas de rehabilitación y otros tantos
puestos de trabajo y centran sus esfuerzos en la transformación de las condiciones de vida de los venezolanos.
Pero, en lo más profundo de su alma,
y a sabiendas de que cumplen con la misión asignada, recuerdan a los hijos y
padres, a los hermanos y amores, las ciudades, la cotidianeidad y a la gente.
Así les ocurre a dos mujeres
tuneras, que comparten muchas similitudes, pues las dos laboran en el Área de
Salud Integral Comunitaria Palmares, del municipio de Morán, en el estado de
Lara.
Además de su género, color de piel y
altruismo, ellas comparten la letra M de sus nombres y el haber dejado en la provincia de Las Tunas un
hijo y una hija cada una.
A Milena Gamboa Despaigne, la conocí
primero, cuando se sentó a mi lado en un pequeño ómnibus que sorteaba con
elegancia las elevaciones larenses hasta Villanueva, una comunidad humilde e
intrincada en la que el pueblo se sintió feliz por la presencia de los
profesionales cubanos de la salud.
Ya en el lugar alguien me habló de
otra coterránea y así me encontré con
Marisol Cedeño Rodríguez, sensible fémina que se emociona con facilidad cuando
habla de la familia y de su terruño.
Milena labora como defectóloga en el
policlínico Guillermo Tejas, de la ciudad cabecera, y aunque lleva poco tiempo
en el territorio bolivariano, ya conoce el peso de la nostalgia.
“Es difícil separarse del seno de la
familia y más dejando dos niños con mi mamá, muy difícil. La comunicación ha sido regular y eso es una ayuda. De todas formas, a pesar de la nostalgia, hay
que cumplir con el deber y eso es lo primero en lo que pienso”.
Inquisitiva y curiosa le pregunté cómo
los imagina en los momentos de recogimiento sentimental y su respuesta mostró
una inmensa carga de ternura.
“Los veo como si yo estuviera al
lado de ellos. Quisiera taparlos en las
noches cuando van a dormir, bañar a mi niño, recibir los besos de él y verla a
ella celosa diciendo que es grande pero que quiere cariñitos”.
Marisol se desempeña como enfermera
del hospital Luis Aldana Palomino, en el sureño municipio de Amancio, y aunque
tiene hijos grandes, de 18 y 26 años, recuerda entrañablemente a su familia.
“Siempre que puedo los llamo por
teléfono. Cierro los ojos y me imagino a
mi nietecito, que lo dejé de seis meses, quisiera besarlo, abrazarlo, que me conociera…
A mis hijos quisiera verlos también. Imagino a mi mamá y a mi papá esperándome
para el café… Los abrazara y los besara porque los extraño mucho”.
Milena Gamboa Despaigne y Marisol
Cedeño Rodríguez son dos mujeres y madres que centran sus esfuerzos en la
atención a los venezolanos, aunque el pensamiento les vuele libre en muchas
oportunidades y llegue veloz hasta Cuba
para acariciar, desde la distancia, a su familia. Porque eso las impulsa a
continuar aquí y a cumplir.
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