Fotos: Yaimí Ravelo
Maracaibo, Zulia (Venezuela).- El brillo de sus aguas lastima las miradas de
las personas que lo ven por primera vez; pero, a pesar del ardor y las lágrimas
que fluyen sin sentido, los recién llegados no despegan sus ojos del inmenso
espejo, sobre el que revoletean muchas aves.
Amanece en Maracaibo, en el estado
venezolano de Zulia y aunque
la gran masa de agua parece dormir por la ausencia de oleaje, allí la vida
comenzó muy temprano esa mañana, cuando los pescadores desafiaron el frescor de
la madrugada para arrancarle a su lago el sustento de la familia.
Cerca o
lejos de los botes se ven grandes cargueros y otras embarcaciones. También hay islas naturales (San Carlos, Zapara,
Toas, Providencia, Pescadores, Los Pájaros, El Burro, El Hicacal) y dos islotes artificiales. Uno
es Isla Dorada, conjunto residencial de la Parroquia Coquivacoa, y el otro es
Isla La Salina, creada para el llenado de tanqueros petroleros en la ciudad de
Cabimas.
Además, hay pequeñas
playas de arena oscura y otros detalles que pasan desapercibidos porque la
visión es rápida y los ojos no pueden apreciar más, ya que el carro avanza velozmente
por el puente, llamado de manera oficial General Rafael Urdaneta.
Se levanta
el sol y extiende sus rayos sobre el Lago de Maracaibo,
una gran bahía semicerrada y salobre con más de 13 mil kilómetros cuadrados de
superficie, por lo que se le considera el más grande de América Latina y
el número 19 en todo el mundo.
Y con el
Astro Rey se multiplica la actividad en el sitio, distinguido por tres
importantes características, las cuales son orgullo no solo de los pobladores
del occidental estado de Zulia, sino de todos los venezolanos.
Una, y la
más conocida a nivel internacional, es su extensa riqueza petrolífera pues aquí
se extrae la mayor parte de la producción de crudo del país, mediante más de
15 mil pozos que se han perforado en su cuenca desde 1914.
Se conoce
también por un fenómeno atmosférico que impresiona a científicos y que asombra
a turistas de muchas naciones que no dudan en llegar hasta Maracaibo para
apreciar lo que se conoce como Relámpago del
Catacumbo. En esa masa de agua caen
cada año un millón 176 mil rayos y ese es un espectáculo digno de admirar, el
cual, lamentablemente no se presenta en las mañanas, justo cuando mis ojos
pasaron por el lugar.
Es tanto el interés por ese proceso natural
que fue declarado Patrimonio Natural del Zulia el 27 de septiembre de 2005. Y
el 28 de enero de 2014 ingresó oficialmente a la lista mundial del Récord
Guinness por poseer el mayor promedio mundial de relámpagos por kilómetros
cuadrados al año.
Y lo más
especial, sobre todo para los venezolanos, es que en sus aguas fue encontrada
la Virgen
del Rosario de Chiquinquirá, o la Chinita, como también le llaman. Cuenta
la leyenda que una anciana lavandera la encontró en las orillas a inicios del
siglo 18 y desde entonces se convirtió en la Patrona de los zulianos, a quienes
compensa con múltiples favores y milagros.
Por la
geografía, historia y utilidad, son muchos los seguidores del Lago de
Maracaibo, descubierto por el navegante florentino Américo Vespucio,
quien recordó a la ciudad de Venecia
con el paisaje de los palafitos en los que habitaban los aborígenes añú. Desde entonces le llamó
Venezuela; o sea, pequeña Venecia.
Y desde
entonces esa enorme masa de agua inspira poesía y cantos, risas y lágrimas en
quienes la miran o la recuerdan, como el cubano Benny Moré que le
cantó un son a Maracaibo.
Los artistas se conmueven por la magia que encierra, los recién llegados por no
estar acostumbrados al brillo en las primeras horas de la mañana y los que
están lejos por la añoranza de su precioso lago.
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