¿Quién soy?

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Licenciada en Periodismo por la Universidad de Oriente en Santiago de Cuba, en el año 1994, y Máster en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de La Habana, en el año 2009. Esta es una página personal, dedicada a mi querida ciudad de Las Tunas, en Cuba, y con las puertas abiertas a otros sitios de la provincia, que lleva igual nombre. Espero que sigamos compartiendo imágenes, historias, anécdotas y proyectos de la tierra que nos vio nacer o que nos acogió como hijos propios. Ah, ahí les dejo varias fotografías de los 8 municipios tuneros.

sábado, 6 de agosto de 2011

Las muñecas de Ade


Adeleinis Ray Haynes es una muchacha de Las Tunas, vecina y amiga, que tiene un hobby especial: la costura.

Siempre se le ve en su máquina de coser, atareada en la elaboración de pañuelos, paños de cocina, agarraderas y muchos otros objetos del hogar.

Pero, también se convierte en hada para alegrar a las niñas pues sus tijeras cortan las telas con rapidez asombrosa cuando de hacer muñecas negras se trata.

Johanna, mi niña, y Laura, mi sobrina, son de las afortunadas que acunan en sus brazos esos juguetes, hechos por Ade, los cuales son sencillos y, en cambio, adorables.

Argollas en las aceras


Juan Morales Agüero
morales@enet.cu


Nuestra querida ciudad fue durante muchísimos años una comarca de características rurales. El propio Fidel lo dijo cuando inauguró el complejo de la salud "Ernesto Che Guevara", el 14 de junio de 1980. En aquella ocasión expresó, refiriéndose al pasado: “¿Qué era Las Tunas? Un pueblo, todavía no puedo decir que había una ciudad aquí, yo diría que era un pueblito, una aldea por donde pasaba una carretera; es la verdad”.


Realmente era así. Por eso, allá por las décadas de los años 30 y 40 del siglo pasado, no resultaba extravagante ver gente a caballo transitando tranquilamente por la parte céntrica de la ciudad. Los jinetes con sus cabalgaduras desandaban las calles sin que nadie les llamara la atención, pues se tratada de un acto permitido por las leyes de la época, en virtud de la escasa urbanización y desarrollo de una localidad que por entonces contaba solamente con unos pocos millares de habitantes.

Los hombres de a caballo solían frecuentar en sus andanzas la zona comercial donde se localizaban las tiendas, los almacenes, las ferreterías y las farmacias. Como en nuestros tiempos, la mayoría de esos lugares se encontraban en las proximidades del parque, corazón mismo de esta villa que hace poco tiempo cumplió 210 años de fundada. Desde luego, el tránsito vehicular era muchísimo menos intenso que ahora. Y ni hablar de semáforos y de pasos peatonales. Sencillamente, no existían.

De manera que los jinetes iban y venían a su libérrimo gusto por las calles en busca de artículos de consumo de todo tipo, siempre llevando de la mano las riendas de sus corceles. Como no existían caballerizas para amarrar a los nobles brutos y dejarlos al cuidado de un empleado ad hoc, la municipalidad, luego de analizar la situación, decidió empotrar argollas en las aceras para que los dueños de las cabalgaduras pudieran dejarlas amarradas allí y realizar sus compras sin preocupaciones.

Algunas de estas vetustas argollas han sobrevivido hasta hoy en un alarde de resistencia al paso inclemente del tiempo. Si usted es una persona observadora, se habrá fijado, por ejemplo, en las que están fijadas en los contenes cercanos a la Casa Azul y en sus accesos. Son el testimonio de una época ya vencida, y nos abren los ojos a una realidad en la que muchas veces no reparamos: Las Tunas es hoy una ciudad que se aviene de maravillas al sentido urbanístico del término. Crece todos los días, tanto en lo económico como en lo social, con el aporte de sus hijos.