¿Quién soy?

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Licenciada en Periodismo por la Universidad de Oriente en Santiago de Cuba, en el año 1994, y Máster en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de La Habana, en el año 2009. Esta es una página personal, dedicada a mi querida ciudad de Las Tunas, en Cuba, y con las puertas abiertas a otros sitios de la provincia, que lleva igual nombre. Espero que sigamos compartiendo imágenes, historias, anécdotas y proyectos de la tierra que nos vio nacer o que nos acogió como hijos propios. Ah, ahí les dejo varias fotografías de los 8 municipios tuneros.

domingo, 26 de mayo de 2013

Una semana en Venezuela



Parece que el reloj no avanza, que las agujas no se mueven; pero, ya llevo siete días en esta ciudad linda, llena de contrastes y de luces.  Aquí los días son largos, amanece aproximadamente a las cinco de la madrugada y el sol es suave en la mañana y fuerte en las tardes.
Poco a poco me voy adaptando a las diferencias y cuando salgo a la calle, mis ojos atrapan las palabras, las risas, los gestos y las costumbres de los venezolanos.
Y, lentamente, aprendo a vivir mi futuro.

Las primeras jornadas en Caracas



¿Qué habría sido de los recién llegados sin la mágica influencia de Miozotis y René?  Ellos se multiplican en padres, amigos, compañeros y, por supuesto, en inestimables asesores.  Con ellos supe las primeras cosas de Caracas, cómo llegar a algunos lugares, qué palabras usar, cómo funcionan los equipos del apartamento, los horarios; en fin, lo elemental para vivir en este lugar, tan diferente al entorno que tuve durante 40 años.
Mi cuerpo conserva las huellas del sol y mis pies sienten el peso de los pasos, aunque ya viajé en metro, buseta y camioneta porque- qué maravilla- conocí la puerta de Caracas, en la ruta de los españoles que llegaban a esta ciudad, y el monumento que une a Simón Bolívar y a José Martí en lo alto de un cerro caraqueño.
También caminé por el centro histórico, vi la casa natal de El Libertador y me fotografié ante la estatua que lo recuerda, la misma que visitó el Héroe Nacional de Cuba, sin preguntar dónde se comía o se bebía y sin sacudirse el polvo del camino.
A escasas jornadas de mi llegada a Venezuela, sé muy poco; pero, el futuro se me muestra abierto, en espera de mi utilidad y mi virtud para cumplir con éxito mi misión.

Recibimiento



Luego de los trámites migratorios de rigor, se abrieron las puertas del aeropuerto de Maiquetía, en Venezuela, y el sonido se inundó de risas y bienvenidas, allí estábamos los periodistas recién llegados y una representación de los que muy pronto terminarán su labor. 
Juntos reímos, dimos y recibimos abrazos, nos fotografiamos… Y ahí comenzaron las explicaciones sobre el clima, la situación político-social, el entorno, las costumbres y las medidas de seguridad.
Asombrados y curiosos, escuchábamos y mirábamos los millones de luciérnagas que se multiplicaban en los cerros y la extraordinaria cantidad de autos ligeros y busetas, que son unos pequeños ómnibus, además de sitios que amablemente nos señalaban nuestros acompañantes.
Al fin llegamos al hotel y la alegría se incrementó con nuevos colegas y las preguntas y respuestas sobre nuestra querida Patria.  Comimos y, al prepararnos para el sueño la mente voló miles de kilómetros hasta el recordado hogar, con su cotidianeidad, su aroma y con las cuatro partes de mi corazón que me esperan allá.

En el aire



De pequeña, los aviones me resultaban curiosos, atractivos e interesantes; pero, con el paso de los años, cuando los conocí mejor, me causaron temor.
A ellos subí una vez, y otra, y muchas más. Sin embargo, no acabo de adaptarme.  El pánico me inunda y me obliga a cerrar los ojos y a encomendarme a Dios, a la Virgen de la Caridad del Cobre y a Jesucristo.
Esta vez fue mucho más complicado, un viaje más largo, fuera de las fronteras de la Patria, sobre el mar, un avión más grande…
Pero, el deber convoca y no hay opciones.  Aunque, honestamente, hubiera preferido un barco, o varias horas en guagua o en tren.
Ya no hay remedio, el avión despegó y, por suerte, todo salió bien. Después de dos horas y media de viaje avisté hermosos cerros y me sentí segura cuando mis pies tocaron la tierra firme.

Añoranza



El reloj marca poco más de las siete de la noche y ante la inminente partida del ómnibus mi corazón se retuerce de tristeza por la anunciada partida y, a la vez, palpita con orgullo por la serenidad fingida que muestran mi esposo, mi adorada madre y mis queridos hijos.
Es un momento difícil e inolvidable que vivo entre suspiros y con lágrimas contenidas mientras pienso en el futuro cercano, en los nuevos retos que me impone la profesión de periodista y en el modo de enfrentar lo desconocido.
Se cierran las puertas y las manos se agotan de tanto adiós.  La vista atrapa todo el horizonte para recordarlo durante la ausencia y silenciosamente en mi rostro comienzan a correr pequeños arroyos de dolor.