¿Quién soy?

Mi foto
Licenciada en Periodismo por la Universidad de Oriente en Santiago de Cuba, en el año 1994, y Máster en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de La Habana, en el año 2009. Esta es una página personal, dedicada a mi querida ciudad de Las Tunas, en Cuba, y con las puertas abiertas a otros sitios de la provincia, que lleva igual nombre. Espero que sigamos compartiendo imágenes, historias, anécdotas y proyectos de la tierra que nos vio nacer o que nos acogió como hijos propios. Ah, ahí les dejo varias fotografías de los 8 municipios tuneros.

lunes, 28 de abril de 2014

Lágrimas por el lago de Maracaibo



Fotos: Yaimí Ravelo
Maracaibo, Zulia (Venezuela).-  El brillo de sus aguas lastima las miradas de las personas que lo ven por primera vez; pero, a pesar del ardor y las lágrimas que fluyen sin sentido, los recién llegados no despegan sus ojos del inmenso espejo, sobre el que revoletean muchas aves.
Amanece en Maracaibo, en el estado venezolano de Zulia y aunque la gran masa de agua parece dormir por la ausencia de oleaje, allí la vida comenzó muy temprano esa mañana, cuando los pescadores desafiaron el frescor de la madrugada para arrancarle a su lago el sustento de la familia.
Cerca o lejos de los botes se ven grandes cargueros y otras embarcaciones.  También hay islas naturales (San Carlos, Zapara, Toas, Providencia, Pescadores, Los Pájaros, El Burro,  El Hicacal) y dos islotes artificiales. Uno es Isla Dorada, conjunto residencial de la Parroquia Coquivacoa, y el otro es Isla La Salina, creada para el llenado de tanqueros petroleros en la ciudad de Cabimas.
Además, hay pequeñas playas de arena oscura y otros detalles que pasan desapercibidos porque la visión es rápida y los ojos no pueden apreciar más, ya que el carro avanza velozmente por el puente, llamado de manera oficial General Rafael Urdaneta.
Se levanta el sol y extiende sus rayos sobre el Lago de Maracaibo, una gran bahía semicerrada y salobre con más de 13 mil kilómetros cuadrados de superficie, por lo que se le considera el más grande de América Latina y el número 19 en todo el mundo.
Y con el Astro Rey se multiplica la actividad en el sitio, distinguido por tres importantes características, las cuales son orgullo no solo de los pobladores del occidental estado de Zulia, sino de todos los venezolanos.
Una, y la más conocida a nivel internacional, es su extensa riqueza petrolífera pues aquí se extrae la mayor parte de la producción de crudo del país, mediante más de 15 mil pozos que se han perforado en su cuenca desde 1914.
Se conoce también por un fenómeno atmosférico que impresiona a científicos y que asombra a turistas de muchas naciones que no dudan en llegar hasta Maracaibo para apreciar lo que se conoce como Relámpago del Catacumbo.  En esa masa de agua caen cada año un millón 176 mil rayos y ese es un espectáculo digno de admirar, el cual, lamentablemente no se presenta en las mañanas, justo cuando mis ojos pasaron por el lugar.
Es tanto el interés por ese proceso natural que fue declarado Patrimonio Natural del Zulia el 27 de septiembre de 2005. Y el 28 de enero de 2014 ingresó oficialmente a la lista mundial del Récord Guinness por poseer el mayor promedio mundial de relámpagos por kilómetros cuadrados al año.
Y lo más especial, sobre todo para los venezolanos, es que en sus aguas fue encontrada la Virgen del Rosario de Chiquinquirá, o la Chinita, como también le llaman. Cuenta la leyenda que una anciana lavandera la encontró en las orillas a inicios del siglo 18 y desde entonces se convirtió en la Patrona de los zulianos, a quienes compensa con múltiples favores y milagros.
Por la geografía, historia y utilidad, son muchos los seguidores del Lago de Maracaibo, descubierto por el navegante florentino Américo Vespucio, quien recordó a la ciudad de Venecia con el paisaje de los palafitos en los que habitaban los aborígenes añú. Desde entonces le llamó Venezuela; o sea, pequeña Venecia.
Y desde entonces esa enorme masa de agua inspira poesía y cantos, risas y lágrimas en quienes la miran o la recuerdan, como el cubano Benny Moré que le cantó un son a Maracaibo. Los artistas se conmueven por la magia que encierra, los recién llegados por no estar acostumbrados al brillo en las primeras horas de la mañana y los que están lejos por la añoranza de su precioso lago.

Puente que marca la vida de Maracaibo



Foto: Yaimí Ravelo
Impresionante resulta para todos los que lo transitan por el puente de Maracaibo o General Rafael Urdaneta, como se llama oficialmente, y que luce en la distancia como un arcoíris gris que une las dos orillas de la parte sur del estrecho de Maracaibo.
Esa importante vía tiene casi 52 años, desde el lejano 24 de agosto de 1962, cuando el entonces presidente de Venezuela, Rómulo Betancourt, lo inauguró como el más largo de su tipo y una de las mayores estructuras de hormigón armado construidas en todo el mundo.
Ha pasado mucho tiempo y los ocho mil 678 metros de esa ruta se mantienen como un ejemplo de la arquitectura venezolana y especialmente de los proyectistas y ejecutores que diseñaron e hicieron realidad esta maravilla.
Se mantiene incólume al paso del tiempo, a pesar de la lamentable caída de más de 259 metros del puente.  Ocurrió el 6 de abril de 1964, casi a la medianoche, cuando el tanquero Esso Maracaibo se estrelló contra una de sus plataformas.
Cargada con 236 mil barriles de petróleo, la nave perdió el control debido a una falla eléctrica en su cuarto de máquinas y con el tramo de la vía cuatro vehículos cayeron al agua y se perdieron siete vidas humanas.
Ahora se construye un nuevo puente sobre el Lago de Maracaibo.  Ya comenzó la ejecución de las fundaciones marítimas o pilotaje y en sus 11 mil 800 metros tendrá seis canales vehiculares y vías ferroviarias.
Las autoridades venezolanas  prevén su inauguración en el año 2018.

sábado, 19 de abril de 2014

Waraira Repano, un parque nacional que embellece a Venezuela



Fotos: Tomadas de Internet
Caracas (Venezuela).-  La tierra de este país es plena de hermosos paisajes que adornan su geografía y que la convierten en especial e inolvidable tal como ocurre con una de las elevaciones más populares de la nación bolivariana.
Aunque comparte territorio con los estados de Vargas y Miranda se le observa desde cualquier punto de la capital venezolana, imponente y altivo, largo y alto, como con orgullo pues el parque nacional Waraira Repano, o Monte Ávila, como también se le conoce, da la bienvenida a quienes llegan a Venezuela, ya sea por aire o por mar.
Con su majestuosidad, adorna a Caracas, en un espacio siempre verde, con laderas encrespadas que dibujan una línea irregular entre el cielo y el infinito y que ha sido apreciada por millones de visitantes desde el 18 de diciembre de 1958, cuando fue declarado Parque Nacional.
La historia recoge que los habitantes originarios del Valle de Caracas, de la etnia caribe, le llamaban Guaraira Repano; o sea, Sierra Grande.  Sin embargo, ya en 1778, las actas del Cabildo recogían el nombre de Ávila, en referencia al español Juan Antonio Ávila, propietario de parte de esos terrenos.
En el año 1952 se reunió en Venezuela la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, ente que sugirió a las autoridades la preservación de esa zona montañosa, beneficiada por la naturaleza con numerosas especies de la flora y la fauna, además de minerales, ríos, saltos de agua y un clima fabuloso.
Y fue a partir de esa recomendación que se decidió declarar Parque Nacional a unas 66 mil hectáreas. En marzo de 1974, el entonces presidente Carlos Andrés Pérez le anexó algunos terrenos montañosos del estado de Miranda por lo que llegó a la superficie actual de más de 82 MIL hectáreas de bosques, sabanas, ríos y quebradas.
El sitio cuenta con gran cantidad de especies vegetales, entre las que destacan los helechos y varias orquídeas, especialmente la Cattleya mossiae, flor nacional.  De los animales sobresalen venados, zorros, pumas, ardillas, serpientes venenosas, murciélagos y más de 500 especies de pájaros, lo que representa el 36 por ciento de la avifauna venezolana.
Además, se reconoce el lugar por sus singulares cascadas, cuevas y un sinnúmero de espacios para la recreación de quienes llegan allá gracias al teleférico que este 19 de abril cumple 58 años de su estreno.  También, por su historia asociada a la resistencia de los pueblos indígenas frente al colonialismo español, y de manera particular al cacique Guaicaipuro.
Precisamente en su honor, el 7 de mayo del año 2011 el Comandante Hugo Chávez Frías le devolvió su nombre original de Waraira Repano, dejando a un lado el ya habitual Monte Ávila, por la familia española que administraba esas tierras.
Tierras que acumulan una larga historia de aventuras, excursiones, amores; en fin, experiencias que viven los millones de visitantes de muchos países que han caminado esas montañas para nunca olvidar la sincronía y la vista que se profesan mutuamente el Parque Nacional Waraira Repano y la ciudad de Caracas.
LEA MÁS:
Parque Nacional Waraira Repano

Parque Nacional Waraira Repano

Waraira Repano (El Ávila)

Los 58 años del teleférico del Waraira Repano

El 19 de abril está de cumpleaños el teleférico Waraira Repano, el medio de transporte usado por la mayoría de los visitantes que deciden desentrañar la belleza y los misterios del parque nacional venezolano que lleva igual nombre.
Su fecha de inauguración fue el 11 de diciembre de 1955; pero, prestó sus primeros servicios en abril de 1956, hace ya 58 años.
Reseña una nota del Ministerio del Poder Popular para el Turismo de Venezuela que para esa fecha, el sistema de transporte constaba con cuatro cabinas que tardaban 18 minutos en el  recorrido. Finalmente, el sistema quedó constituido por diez cabinas: ocho para uso público, una presidencial y una cabina ambulancia.
En el año 2000, se sustituyó el antiguo sistema teleférico por uno nuevo, con el cual se transportan hasta mil 920 personas por hora en su máxima capacidad, con una velocidad promedio de cinco metros por segundo.

Tacarigua, tierra de tambores



Fotos: Yaimí Ravelo Rojas (Enviada especial)
Tacarigua, Miranda (Venezuela).-  En la parroquia Tacarigua, municipio mirandino de Brión, el sonido de los tambores y la danza son parte de la vida de las personas que allí residen.  Ellos son, en su mayoría, gente humilde, alegre y trabajadora, decididos a sonreír y a vivir el presente con la herencia del pasado y cultivando el futuro de todos.
Tal como ocurre en las parroquias de Higuerote y Curiepe, del mismo municipio, en la comunidad de Tacarigua el tambor es el punto común que une a sus habitantes y así ocurre en todo el eje de Barlovento, un espacio del estado venezolano de Miranda, constituido por seis municipios autónomos: Acevedo, Brión, Buroz, Andrés Bello, Páez y Pedro Gual.
Conocer las tradiciones del lugar es como una bendición para quienes llegan hasta la localidad, a unas dos horas de Caracas, la capital de Venezuela, pues además de la música y la danza, también se disfruta del paisaje y de la calidez de la gente, dispuesta a echar un baile en cualquier rincón.
Así afirman- y demuestran- dos jóvenes nacidos en Tacarigua, quienes aseguran que llevan en la sangre el olor del cuero de los tambores y que su corazón late al compás de los repiques, una combinación especial que los impulsa a bailar compulsivamente, aunque el sol castigue con mucha fuerza o del cielo se desprenda una fuerte lluvia.
Ender Machado se ha convertido en un maestro para los más jóvenes tamboreros de Tacarigua.
“Yo particularmente escucho un tambor y siento que el cuerpo me vibra por dentro, en el sentido de bailar y de tocarlo también.”  Así expresa Ender José Machado Marrero, instructor de música de un proyecto surgido al calor de la misión Cultura Corazón Adentro, que fusiona el baile con la danza y el sonido siempre apreciado de los tambores.
“Los tambores de Tacarigua son los que se usan en todo el eje de Barlovento.  Nosotros trabajamos lo de nosotros, lo que es tradicional como el mina, el culo’e puya (conjunto redondo formado por tres tambores: Prima, Cruzao y Pujao) y el quitiplá.  También exploramos lo que es el sangueo y el San Millán, que son ritmos de la costa”.
Con el rostro sudado de tanto bailar, el joven tacarigüense se emociona explicando que los sonidos dependen de los materiales con los que se hacen los tambores. “Eso tiene que ver con el tipo de tambor que sea.  El culo’e puya se hace con una madera liviana llamada lano y con cuero de perezoso o de chivo.  Para el mina hace falta madera dura, como aguacate, tasajo o guayao.  Y la parte de arriba se resuelve con piel de la panza de las venadas”.
La rumbera Maira Piñango siente que vuela cuando escucha el sonido de un tambor.
Entre los aficionados que desarrollan el proyecto Danza Tradicional Afro-Barlovento es elemental el esfuerzo de Maira Piñango Suare, una mulata rumbera y de fácil elocuencia.
“Desde que estoy en pre-escolar ando en este ámbito cultural.  Me gustan mucho la danza y el teatro.  Comencé como facilitadora de la Misión Cultura Corazón Adentro con un grupo de estudiantes.  Surgieron inquietudes y comenzamos a implementar varias técnicas.  Gracias a Dios hemos llegado con buen pie a todos los lugares en los que nos hemos presentado dentro y fuera de la comunidad”.
Contenta por esos resultados, Maira los atribuye a sus muchachos y a la misión. “Tacarigua es rica en su manifestación cultural.  Es rica en sus tambores y ahora alcanzamos la metodología.  Yo soy nacida aquí y siento que tenemos esta pasión en la sangre.  Cuando escucho el sonido de los tambores, aunque esté durmiendo, siento que ya estoy bailando”.
Los residentes en Tacarigua disfrutan a plenitud el repicar de los tambores.
A las presentaciones de los jóvenes de Tacarigua se suma el pueblo que, inspirado en su idiosincrasia barloventeña, baila al compás de los tambores, estudiando las diferentes modalidades que interpretan y es que en el lugar la actividad es una tradición que se hereda de abuelos a padres y de padres a hijos, desde hace varias décadas.
Ahora en la parroquia, con la presencia de los colaboradores cubanos de la Misión Cultura Corazón Adentro, un grupo de aficionados aprende teoría y la combina con esa práctica para disfrutar, ocupar el tiempo libre y ofrecer un espectáculo a niños y adultos que se suman a la fiesta en cuanto escuchan el primer redoble del tambor.