A
Caracas llegué tarde. ¡Qué
lástima! Así lo quiso el destino, que me quitó de en medio la posibilidad y la
esperanza de conocer a quien cambió la Venezuela
oprimida durante siglos por 15 años de atenciones a los sectores más
vulnerables de ese pueblo.
Pude
encontrarme al hombre de la sonrisa campechana, al que está con Sandino,
el Che, Martí y Bolívar, como
dice el cantautor
cubano Raúl Torres en el poema maravilloso que resume la tristeza de Fidel Castro Ruz y
de todos los cubanos por su temprana partida.
Pude
conocer a Hugo Rafael
Chávez Frías; pero, no fue posible.
Su cuerpo no resistió más los embates del cáncer y se fue a la
eternidad, apenas dos meses antes de que mi avión aterrizara en el aeropuerto
internacional Simón Bolívar, de Maiquetía.
Luego
lo vi muchas veces, millones de veces, en afiches, grafitis, imágenes
televisivas… y lo vi en las calles por las que un día caminó, en la capital
venezolana y en los 23 estados, siempre junto a los más humildes, a los que dio
pan y dignidad.
Encontré
al gigante en los ojos tristes de los más desposeídos, en las canciones que
alabaron su grandeza y en las voces firmes, fuertes y orgullosas de quienes le
apoyaron y le recordarán más allá de uno, dos, diez o veinte almanaques.
Le
vi en fotos, en brazos de sus familiares aquel 28 de julio de 1954, cuando su
grito de recién nacido alegró a quienes lo esperaban. Y lo vi jugando béisbol,
jurando como oficial de las Fuerzas Armadas o como presidente de la nación,
besando a ancianos, compartiendo una galleta con niños, sonriendo a su pueblo…
La
televisión me lo mostró más de una vez bajo la lluvia y encima de un tractor en
medio del campo. Y también, detrás del
micrófono, el fatídico 8 de diciembre de 2012, cuando anunció que otra vez
tendría que ir al salón de operaciones.
Y
lo vi, muchas más veces, en el Cuartel de la
Montaña, de la parroquia 23 de enero, donde descansan sus restos mortales,
respetados y venerados por la mayoría del pueblo venezolano.
Hoy,
cuando Chávez hubiera cumplido sus 61 años, sigue aquí, delante de mis ojos y
muy dentro de mi corazón.
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