¿Quién soy?

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Licenciada en Periodismo por la Universidad de Oriente en Santiago de Cuba, en el año 1994, y Máster en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de La Habana, en el año 2009. Esta es una página personal, dedicada a mi querida ciudad de Las Tunas, en Cuba, y con las puertas abiertas a otros sitios de la provincia, que lleva igual nombre. Espero que sigamos compartiendo imágenes, historias, anécdotas y proyectos de la tierra que nos vio nacer o que nos acogió como hijos propios. Ah, ahí les dejo varias fotografías de los 8 municipios tuneros.

domingo, 10 de enero de 2010

Celia sigue entre nosotros


El viernes 11 de enero de 1980 fue muy triste para el pueblo de Cuba porque había muerto Celia Esther de los Desamparados Sánchez Manduley. Ella, la flor más autóctona de la Revolución cubana se iba con el cariño de todos.

Han pasado 30 años desde aquel día y todavía la sentimos cercana, amiga, fiel colaboradora, revolucionaria…

Sin embargo, no nos cansamos de conocer su biografía, anécdotas y buenas acciones. Fue de las primeras mujeres en empuñar las armas y su principal papel lo desempeñó en la preparación del desembarco del Granma, organizando a los campesinos para dar apoyo a los expedicionarios.

El 19 de marzo de 1957 subió a la Sierra Maestra y se incorporó al Ejército Rebelde. Allá fue la principal promotora de la creación del pelotón femenino "Mariana Grajales". Junto a Fidel participó en diversos combates y marchó en la Caravana de la Victoria.

Celia era mezcla de actividad, dedicación y entrega a la Patria. También era ejemplo de modestia, dormía poco y comía apurada para perder el menor tiempo posible. Usaba calzado corte bajo, casi siempre alpargatas bordadas o lisas y con ellas atendía a personalidades.

Así era Celia, quien hoy da nombre a plazas, museos, hospitales y escuelas.

Por su historia repleta de hazañas el pueblo cubano tributa especial cariño a Celia Sánchez Manduley. A 30 años de su muerte, ella sigue aquí, a nuestro lado.

1 comentario:

Unknown dijo...

Esta humilde y sencilla servidora pública tenía bien ganado todos los atributos que el pueblo le colgaba. Era algo así como "La Madre Teresa de la Revolución".

Mi abuela, revolucionaria hasta los dientes, esposa de un combatiente de la Sierra Maestra y fundador del Minint, cada vez que no podía resolver un problema en Tunas, ya fuera por la burocracia o por la inefiencia de sus dirigentes, escribía a Celia Sánchez. No solo su carta era respondida, sino que sus quejas eran investigadas y en la mayoría de los casos, tuvieron solución. Pero había que hacerlo através de Celia.

Recuerdo que en 1968 le escribió a Celia porque su casa en el Rpto Sosa era "una coladera" y no podía conseguir materiales para reparar el techo. Unos meses después, mi abuela tenía una buena casa en la Ave. Camilo Cienfuegos de un empresario que había abandonado el país.

En otra ocasión, el esposo de mi abuela, que era policia de prisiones, en una cacería de un preso fugado, hirió mortalmente a un compañero suyo que participaba en la busqueda del delincuente huído. Una bala perdida en semejante operativo es un fatal accidente que nadie hubiera querido que ocurriera. A pesar de que la familia del fallecido no pidió carcel para el esposo de mi abuela, el pobre hombre fue condenado a 5 años de prisión. Mi abuela creía que un accidente involuntario no podia llevar a la cárcel a su esposo. Estaba desvastado, me consta, por la perdida accidental de su compañero.

Por fin entra a prisión, a finales de los 70, aunque era una granja abierta, no dejaba de ser un castigo inmerecido. Mi abuela escribió una vez mas a Celia Sánchez, quien pidió una profunda investigación de lo ocurrido y una revisión de la sentencia. A los 6 meses, el esposo de mi abuela ya estaba de regreso en su casa y reincorporado a su trabajo.

Y de esas historias se podía hacer una enciclopedia. Celia respondía a toda la correspondencia que recibía y cuando eran casos documentados y en los que estaba provada una injusticia o ineficacia de algún organismo o funcionario, ella metía la mano hasta el cuello y resolvía satisfactoriamente la queja.

He escuchado muchas quejas de altos dirigentes del estado, desde el comienzo de la revolución hasta 1980, pero jamás oí queja alguna de Celia Sánchez. Tiene bien ganado un lugar en el cielo y en la memoria de todos los cubanos.

Cuando muere Celia, en Enero de 1980, mi abuela la lloró como si se le hubiera muerto una hermana. Vi que le afectó su muerte. Creía ciegamente en Celia Sánchez.