Las aulas cubanas son, desde siempre, el
sitio especial en el que los niños primero, los adolescentes después y luego
los jóvenes, aprenden las letras y los contenidos de muchas asignaturas para ir
superando diferentes etapas de su vida estudiantil.
Pero, son también mucho más que sillas y
pupitres, que educación y formación académica,
porque las escuelas se abrieron a la práctica de las especialidades en
las que forman a los profesionales del mañana.
Así ocurre con muchas instituciones que se
convirtieron en unidades docentes y entre ellas destacan las que muchos llaman
aulas gigantescas, no solo por su tamaño y la cantidad de estudiantes que
acogen sino por la grandeza de la obra que se construye en ellas.
Son los hospitales, las clínicas
estomatológicas y los policlínicos del territorio, donde los jóvenes absorben
de manera directa los conocimientos que un día salvarán vidas, mediante la
prevención, el diagnóstico o el tratamiento oportuno de disímiles
padecimientos.
Luego de recibir una sólida base en las
aulas de la Universidad de Ciencias Médicas Doctor Zoilo Marinello y sus
filiales, los futuros profesionales de la salud llegan a las unidades docentes
con temores y dudas que poco a poco van disipando los excelentes maestros que
son también los mejores médicos, enfermeros o estomatólogos.
Esa es la realidad de la provincia de Las Tunas y de
toda Cuba, ejemplo innegable
de la grandeza del sistema de salud tanto en la atención al pueblo como en la
formación de miles de profesionales, nacidos aquí y en otras tierras del mundo,
quienes hoy constituyen el punto de encuentro más evidente entre la salud y la
educación, dos de las más grandes conquistas de este archipiélago rebelde.
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