Del rescate de valores en la
sociedad cubana actual mucho se ha dicho y mucho queda por decir todavía. Pero, es más lo que falta por hacer para que
la colectividad vuelva a convertirse, o al menos se parezca, a la que era hace
unos años.
La buena conducta y el
comportamiento son necesarios para la vida en armonía y nunca sobran. Además, los modales correctos abren siempre
todas las puertas, no solo ante determinada gestión sino en la aceptación por parte
de las demás personas.
La falta de cortesía es uno de los
problemas que más golpean en el empeño de la mayoría por ser amables. Ocurre cuando una madre con niños, una
embarazada, un anciano o una persona con limitaciones físicas tiene que viajar
de pie en los ómnibus o ni siquiera alcanzan a subir ante el tumulto que
prefiere no hacer colas en las paradas.
Hay quienes llegan a los lugares,
con sus rabias y frustraciones, y creen que los presentes son invisibles por lo
que de sus labios no salen ni un ¡Buen
día!, ni ¡Hola! Ni ¿Qué tal?
Otros exigen sus derechos como si
fueran únicos sobre el planeta, lastiman con miradas o con palabras a sus
semejantes y esos sentimientos de superioridad les envenenan el alma y, por
consiguiente, los incitan a ser groseros, vulgares y abusivos.
En las casas y los centros de
trabajo muchos han sido víctimas de maleducados que preguntan quién está al
otro lado de la línea, sin saludar o presentarse adecuadamente. Son los mismos que cuando llaman a un número equivocado
cuelgan sin ofrecer una disculpa o que no tienen en cuenta la hora de la mañana
o de la noche para pedir que le den un recado a cualquier vecino.
La
vida es compleja, de eso no hay dudas.
Pero, la cortesía puede hacer llevadera una situación, por más difícil que
resulte. Una sonrisa y palabras corteses
pueden marcar la diferencia.
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