En
la zona norte de la provincia
de Las Tunas un poblado pequeño y rico en historia, da la bienvenida a
quienes lo visitan.
Se
trata de Chaparra,
cabecera del municipio
de Jesús Menéndez y un vecindario que ya no es dulce. Sus calles no huelen a melado, ni sale hollín
de las chimeneas del antiguo ingenio azucarero y tampoco se habla de cortes de
caña, moliendas o producción de almíbar.
Con
los cambios en el sector, ya el lugar no es dulce; pero, tampoco es
amargo. Es sus calles se respira la
dulzura de más de 15 mil 700 habitantes, que transmiten alegría y lo demuestran
en sus rostros, con risas y conversaciones en alta voz.
Aunque
lleva el nombre de Chaparra, ese término no se refiere a sus residentes. Ellos no son de estatura pequeña; al
contrario. El poblado debe el nombre a
un árbol de muchas ramas y poca altura, que
crece en lugares llanos y secos.
La historia de sus alrededores es
antigua, tan antigua como los indios que vivían en el territorio antes del
arribo de los colonizadores españoles en el año 1492. Muchos llegaron de otras partes de América y el Caribe por
sus 18 kilómetros de costas y eso se demostró gracias a las investigaciones del
Grupo Espeleo-Arqueológico Atabey-Maniabón, que halló abundantes residuales
alimenticios y restos de
cerámica empleados para labores domésticas o utilitarias.
Después de la colonización, perteneció a la Villa
de San
Salvador de Bayamo; luego a San Isidoro
de Holguín y por último, a Las Tunas, en la división
político-administrativa de 1976.
Por sus calles caminó el
General de las Cañas, Jesús
Menéndez Larrondo, que hoy da nombre al municipio. Y también ahí jugaron los hermanos
Ameijeiras, amplia familia que se entregó a la lucha por la libertad de Cuba.
Hoy sus arterias ya no
son las mismas, claro que no. Ha pasado
el tiempo y los cambios son evidentes.
Pero, sigue lindo y misterioso Chaparra, un batey que tuvo al central
azucarero más grande de su época y que hoy, se muestra enriquecido con emisora
de radio, cine, parques, instituciones de educación y la salud y con nuevos
polos de viviendas que contribuyen a solucionar las adversidades dejadas
por el huracán Ike.
Así de grande es hoy el
lugar, en el que ya no se produce azúcar; pero, de cuyos poros emana la miel de
hombres y mujeres que lo hacen crecer con su esfuerzo cotidiano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario