El de ayer sábado fue uno de mis días felices. Feliz porque estuve en la playa- que me encanta-con toda mi familia. Los niños se portaron muy bien y el agua estaba sabrosa, calentada sencillamente por los pocos rayos del sol que dejaban escapar las abundantes nubes.
Pero, fue feliz hasta las cuatro de la tarde. A esa hora emprendimos el regreso bajo un fuerte aguacero.
Pocos minutos después, antes de llegar a la comunidad de Lora, en el municipio de Jesús Menéndez, escuché gritos desgarradores y cuando miré vi a una bella vivienda, de color azul eléctrico, presa de las llamas.
¡Cuánto dolor, Dios mío! No sé si fue un rayo, un cortocircuito o la explosión de un fogón; pero, los gritos de esa mujer, a todas luces la dueña, me hicieron sufrir de impotencia y dolor.
Enseguida vimos al camión de los bomberos, que se abría paso a toda velocidad, y aunque aún escucho las fuertes explosiones del techo de fibrocemento, me queda el consuelo de que hayan podido salvar, al menos, la mitad de la casa.
No sé quiénes son los habitantes ni cómo terminó la historia; pero, no dejo de pensar en ellos.
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