En la parte sur de la provincia de Las Tunas, la sabia naturaleza diseñó un precioso sitio
que forma parte del humedal de Biramas,
en el Delta del Cauto,
el segundo de mayor importancia en Cuba.
Ya he estado allí en varias oportunidades y siempre me sorprende su maravillosa existencia, escondida
en un pedacito de nuestra geografía y visible solo para los valientes que
desafían un difícil y extenso camino desde el núcleo urbano del municipio de Jobabo hasta Zabalo.
Monte Cabaniguán
es un destino de pocos y un anhelo de muchos por las bellezas naturales que
atesora y que lo convierten en imprescindible para la conservación del entorno.
Del lugar sobresalen
numerosas especies de la flora y entre ellas destaca el mangle, fuerte y firme,
que rompe el impacto de las olas a pesar de lo débil del terreno en el que se
sustentan sus raíces; y también allá abundan los palmares, de tronco fino y
recto, erguidos y atentos al sol, el viento y las aves que vuelan en lo alto.
Precisamente esos animales
son otras de las riquezas del lugar, donde viven con seguridad diferentes tipos
de cateyes, cotorras, cernícalos y sijúes, además de los cocodrilos Acutus americano,
cuyo mayor reservorio en cautiverio del mundo está ahí.
Aunque tiene bosques y
sabanas, una amplia parte de su extensión está compuesta por suelos cenagosos
que llegan hasta el mar, en los que viven flamencos, zarapicos, pelícanos,
cocos, garzas, sevillas, corúas y otros pájaros acuáticos que anidan en la
inmensidad de los manglares, bajo los fuertes rayos del sol y con el ruido
musical del suave oleaje de la costa y los esteros.
Desde hace varios años, esta
es una de las áreas protegidas del territorio tunero y sede de numerosos
proyectos investigativos y de mejoras medioambientales que garantizarán la
supervivencia de diferentes especies, muchas de las cuales están amenazadas o
en peligro de extinción, como es el caso de los carpinteros verde, churroso y
jabao.
Es un lugar precioso, que
invita a soñar despiertos, a amar sin límites y a proteger las más
de 14 mil hectáreas de bosques, sabanas, manglares y humedales que posee, a la
vez que ofrece seguridad porque allí el futuro está garantizado.
Bien lo saben los niños de la comunidad de
Zabalo, para quienes no existen tirapiedras.
Ellos aprenden desde pequeños a sembrar palmas, observar los nidos de
pájaros carpinteros, a diferenciar el canto del catey y la cotorra, a
distinguir un garzón de una marbella…
En fin, aprenden a ver crecer la vida con
la alegría que regalan los animales, las plantas, el sol, las olas, el viento y
los demás factores que hacen de Monte Cabaniguán
una garantía para el porvenir.
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