Caracas.- Parece que fue
ayer que llegué a esta ciudad de luces y grandes rascacielos, de millones de
autos y motos que adornan el pavimento y lastiman los oídos; en cambio, ya han
transcurrido más de cinco meses desde el momento sublime en que mis ojos
avistaron, por primera vez, los cerros de la capital venezolana.
Ese ha sido un tiempo de nostalgias
y añoranzas; pero, de crecimiento espiritual y, sobre todo profesional y humano,
pues a cada paso se encuentran historias de los colaboradores cubanos que, como
yo, dejaron detrás a sus niños, padres, amores y hermanos para ayudar, con su
labor a que la vida sea más linda para millones de personas.
De ellos y junto a ellos
aprendo con sistematicidad. También de
los venezolanos, quienes se nos parecen en muchas cosas como la música, la
pasión por el béisbol, los chistes y los gestos.
Cada día es uno más y, a
la vez, uno menos. Por eso aprovecho
cada jornada para, en mis ratos libres, apreciar, desde la altura de este
apartamento, la belleza de Caracas y soñar con mi Cuba, que se crece
inmensamente en Venezuela.
1 comentario:
Te digo como en el mensaje de facebook: Muy linda crónica, linda en verdad, muy profunda:Creo que tú y yo hemos experimentado la misma emoción por Caracas, pues cuando di lectura a tus líneas casi me metí en las fotos y me puse a mirar contigo desde el priso 12 del Anauco y desde allí obeservé la Avenida Bolívar llena de carros, diversidad de personas, colores, miradas, gestos... también miré al Alba Carcas, desde donde pude apreciar misteriosas figuras que nos saludan a la distancia o mucha gente que nos extiende una mirada desde el paso superior del Teatro Teresa Careño. Que belleza de ciudad hermanita, siempre tendras nostalgia de ese bello lugar que es como un caracol que si te le acercas, te atrapa. Cuida esa emoción que nunca desaparecerá de tu recuerdo ni de tu vida.
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