Moraima Martínez Reynaldo transmite
una alegría contagiosa cuando camina por cualquier rincón de Barranca o
cuando permanece en su área de trabajo en la Cooperativa de Créditos y
Servicios (CCS) Josué País, del municipio de
Las Tunas.
Hace ya cinco años que dejó su bata
blanca de enfermera y decidió dar un vuelco a su vida, al demostrar que las
oportunidades se aprovechan con optimismo.
Ya estuvo en un intercambio de experiencias en Colombia y muy pronto
viajará a República
Dominicana.
En su lugar de residencia hay mucha
tradición por las artes manuales y hasta allá encaminó sus pasos cuando supo de
un proyecto para trabajar la malangueta, planta invasora que abunda en los embalses
y en los canales de dicha comunidad rural.
La apoyaron sus hijos y
especialmente el carácter jovial que la inunda desde el amanecer y que la hace
reír constantemente a la vez que suma voluntades, acciones, esperanzas y
resultados.
¿Cuál es el origen del proyecto?
“Es una iniciativa económica de la
cooperativa, en coordinación con las áreas de proyecto de la Asociación
Nacional de Agricultores Pequeños. Fuimos
visitados por representantes de Oxfam,
de la Unión Europea, y tuvimos la oportunidad de comenzar el programa con
equidad de género. Se decidió que las mujeres de nuestra CCS tengan la mayor participación
en las fuentes de empleo del taller artesanal, dándoles empoderamiento y
liderazgo”.
El
proyecto se vincula bastante con la protección del medio ambiente. ¿Cuáles son sus beneficios?
“Estamos afectados con esa planta
invasora en nuestros embalses pues ocupa todo el espacio, crece con rapidez,
impide el desarrollo de los peces y absorbe tanto el agua almacenada como la
que cae del cielo. Pero, eso no es
todo. Nosotras la aprovechamos para la
artesanía y le damos otros usos. Es muy buena para alimentar a los animales,
tanto a aves como a cerdos, carneros y
otros. Y también la utilizamos para
producir biocompost, un fertilizante orgánico que protege los suelos y favorece
los cultivos”.
¿Cuán
difícil es el trabajo?
“La técnica del cortado de la
malangueta es un poco difícil. Hay que
meterse al agua. Pero, tenemos hombres
que, aunque no son parte del proyecto, hacen esa tarea. Es un trabajo largo y constante, porque la
planta se desarrolla muy rápido y ahora con estas lluvias, cada dos o tres días
hay que cortar”.
¿Qué
dicen las integrantes del proyecto?
“Son cinco compañeras que hacen
sombreros, carteras, mochilas y otros artículos, a la vez se adiestran con unas
máquinas maravillosas que nos dieron.
Ellas están muy contentas por hacer vida social y principalmente por sus
ingresos económicos. Y también, por
trabajar en la misma comunidad en la que viven”.
¿Cómo
recuerda el viaje a Colombia?
“Lo recuerdo como una experiencia
muy bonita. Fue el año pasado y viajé
acompañada por otras cinco mujeres del extremo oriental de Cuba que también desarrollan el
proyecto. Visitamos comunas de
indígenas, con la iniciativa económica de graneros y tiendas mixtas. Vimos su avance, compartimos nuestra experiencia
y aprendimos las de ellas”.
¿Cuándo
será el viaje a República Dominicana?
“Muy pronto. Será a finales de este mes de octubre. Transmitiré la experiencia que tenemos con la
malangueta, invitada por el Ministerio
de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente.
Impartiré las clases de artesanía a campesinas de ese país, que tienen
la planta en los embalses. Ellas no
tienen ninguna tradición de trabajarla.
Las adiestraré en el proceso de extracción, secado, tejido y otras
actividades”.
¿Cómo
evalúa su vida actual y la de las mujeres que le acompañan en el proyecto?
“Me siento muy útil y dichosa. Mejoramos económicamente, nos crecimos como
personas, nos convertimos en independientes.
Les digo a mis compañeras que confíen en ellas, que siempre estaremos en
tareas importantes y que siempre saldremos adelante”
Difícil ha sido el comienzo para la
sencilla mujer rural. Pero, poco a poco
se abren las puertas para la comercialización y de ese despegue económico
depende la satisfacción de otras féminas que secundaron lo que inicialmente
parecía un absurdo.
Hoy Moraima Martínez Reynaldo es
dueña de reconocimiento social no solo en el territorio tunero sino más allá de
las costas cubanas; pero, eso no le quita su risa constante ni las ganas de
crecer entre carteras, bolsos, mochilas, sombreros y otros artículos que nacen
de sus manos.
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