Rafael Antonio García
Ramayo es un joven sencillo, que a simple vista no aparenta lo que es en la
Cooperativa de Producción Agropecuaria Calixto Sarduy, de la comunidad rural de
Becerra, en la provincia de Las Tunas.
A esa entidad regresó hace tres
años, cuando sus manos exhibían con orgullo un título de Ingeniero Agrónomo, el
mismo que se prometió cuando, de niño, desandaba las áreas de dicha forma productora.
Actualmente atiende la actividad de
Sanidad Vegetal y camina por los sitios que lo vieron pasar hace muchos años.
¿De
dónde salió la voluntad de vincularse con la tierra y la producción de
alimentos?
«Soy nativo de Becerra y desde que
tengo uso y razón resido aquí. Además, mi
familia es campesina. Tenemos tierras
particulares y durante mi niñez veía a mi abuelo trabajando la tierra y
ordeñando vacas. Eso siempre me encantó».
¿Qué
actividad le llamaba más la atención?
«Me gustaba todo lo que se hace en
la actividad agropecuaria. Pero, me
fascinaba roturar la tierra. Recuerdo que
apenas podía con el arado y ahí estaba abuelo preparando una parcela que
atendía yo mismo. Cuando él terminaba yo
la sembraba, la desyerbaba y hasta la regaba.
También le debo mucho a mi madre.
Para ellos dos va todo mi agradecimiento porque me motivaron en esta
profesión».
¿Cuáles
otros recuerdos vuelven a su mente, después de tantos años?
«Uno, como muchacho, hacía
diferentes cosas. Siempre me gustaba
estar detrás de los mayores preguntándoles sobre los animales y las
siembras. También hacía cosas que me
gustaban y que no me dejaban hacer. Me iba para el río o a comer mangos. Pero, permanecía mucho tiempo en la
cooperativa. Hasta pasaba mi etapa de
escuela al campo en el lugar».
¿Cómo
llegó el cambio?
«Los años pasan, uno crece y se desarrolla,
tiene que tomar decisiones… Y decidí por lo que siempre desee. Me fui a estudiar y falté de la casa
aproximadamente nueve años porque pasé mi servicio social en la Cooperativa de
Créditos y Servicios Omar Pérez Pérez. Retorné
y me encuentro bien, en lo mío, en mi barrio, con la gente conocida y con mi
familia».
¿Qué
compromiso tiene para el futuro?
«Mi compromiso es algo más que
moral, es inmenso e incluye a la Revolución Cubana porque
se lo debo todo. Y haré todo lo que
pueda por ella, aunque tenga que derramar mi sangre. Tengo una niña, de cuatro años, y quiero
enseñarle el amor a la tierra, que todo lo que yo logre en el futuro ella pueda
aprovecharlo. Y que siga mis ideales. Ejerzo como ingeniero agrónomo y no me
arrepiento. Si tuviera que volver a
escoger elegiría la misma profesión».
Dirigente del organismo de base de
la Asociación
Nacional de Agricultores Pequeños y dueño de otras responsabilidades, este
joven sigue empeñado en producir alimentos.
También se siente dispuesto a emprender más tareas y a seguir haciendo
realidad sus aspiraciones de niño.
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