Nunca había
visto una bandera cubana en llamas y las redes sociales me ofendieron muchísimo
hace pocos días, cuando se publicó una imagen de Caracas, la capital de Venezuela,
en la que un grupo de personas, con rostros escondidos tras máscaras, quemaban
la enseña nacional del país más solidario del mundo.
Recordé, en un
instante, centenares de situaciones que viví durante 14 meses en esa tierra
hermana y a mi mente llegaron, uno a uno, ejemplos de la grandeza de la Revolución Bolivariana,
que dignificó a los más humildes, a los que solo tenían por delante la
incertidumbre del mañana.
Toda la gloria
al Eterno Comandante Hugo
Chávez Frías y a su equipo de trabajo, que pensó en el pueblo y dio un uso
diferente a las ganancias del petróleo, esa riqueza que antes era de unos pocos
y que ahora despierta la codicia del gran imperio del Norte.
Y la gratitud
también a Cuba, que de manos de Chávez
primero y de Nicolás Maduro
después, llegó hasta lo más recóndito de la geografía venezolana para acompañar
a los indígenas, a los limitados físico-motores, a los ciegos, a los que nunca
vieron un médico; en fin, a todos los que lo necesitaron.
Vi en Venezuela
a opositores recibiendo la atención gratuita de los profesionales cubanos de la
salud en los Centros de Diagnóstico Integral, las Salas de Rehabilitación, en
los hospitales y las clínicas dentales.
Y en sus manos vi medicamentos de todo tipo, en los cuales no
invirtieron ni un centavo.
Encontré a
miles de niños, adultos y ancianos agradecidos, con historias que contar sobre
su vínculo con Cuba y sus enviados para darles valores. Sentí su tristeza cuando
regresaban a la Patria quienes ya consideraban familia y me emocioné con
lágrimas ajenas, con promesas de escribirse, y de recordarse por siempre.
La verdad es
que en Venezuela encontré mucho respeto hacia la Mayor de las Antillas. También aprecié algunos carteles en
contra. Pero, nunca vi una bandera
cubana consumida por el fuego. Tampoco en otra parte del mundo.
Sin embargo, la
derecha fascista venezolana lo logró, dinero mediante a un grupo de revoltosos.
Olvidaron ellos su historia, sus raíces y no imaginan su futuro si le siguen el
juego a los intereses yanquis sobre la hermosa nación bolivariana.
Y mientras veía
la bandera cubana en llamas en una calle de Caracas, recordé también su vuelo
en hospitales de campaña en Perú,
Pakistán, Haití y en muchos otros lugares a
donde llega el internacionalismo limpio, puro y desinteresado, en situaciones
de urgencia o para aliviar las tristezas acumuladas durante años.
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