Luego de los trámites
migratorios de rigor, se abrieron las puertas del aeropuerto de Maiquetía, en
Venezuela, y el sonido se inundó de risas y bienvenidas, allí estábamos los
periodistas recién llegados y una representación de los que muy pronto terminarán
su labor.
Juntos reímos, dimos y
recibimos abrazos, nos fotografiamos… Y ahí comenzaron las explicaciones sobre
el clima, la situación político-social, el entorno, las costumbres y las
medidas de seguridad.
Asombrados y curiosos,
escuchábamos y mirábamos los millones de luciérnagas que se multiplicaban en
los cerros y la extraordinaria cantidad de autos ligeros y busetas, que son unos
pequeños ómnibus, además de sitios que amablemente nos señalaban nuestros
acompañantes.
Al fin llegamos al hotel y
la alegría se incrementó con nuevos colegas y las preguntas y respuestas sobre
nuestra querida Patria. Comimos y, al
prepararnos para el sueño la mente voló miles de kilómetros hasta el recordado
hogar, con su cotidianeidad, su aroma y con las cuatro partes de mi corazón que
me esperan allá.
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