Parece que el reloj no
avanza, que las agujas no se mueven; pero, ya llevo siete días en esta ciudad
linda, llena de contrastes y de luces.
Aquí los días son largos, amanece aproximadamente a las cinco de la
madrugada y el sol es suave en la mañana y fuerte en las tardes.
Poco a poco me voy
adaptando a las diferencias y cuando salgo a la calle, mis ojos atrapan las
palabras, las risas, los gestos y las costumbres de los venezolanos.
Y, lentamente, aprendo a
vivir mi futuro.
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