«Fidel encarnó a la Revolución en
América Latina, pero también para todo el mundo, porque Cuba levantaba de nuevo la idea del
socialismo, cuando este se había vuelto algo aparentemente petrificado,
postergado». Así dijo el politólogo brasileño Emir Sader y sus palabras
sintetizan la influencia del invicto líder de la Revolución Cubana.
En la década de 1950, cuando comenzó
a hacerse palpable el pensamiento de Fidel Castro Ruz, reinaba en
el continente americano, incluyendo a la Mayor de las Antillas, una política
neoliberal, dependiente de los intereses de Estados Unidos y con el pueblo
humilde en el último escalón de las prioridades.
Los gobiernos de turno poco hacían
para garantizar los servicios básicos y quedaban relegados a otros planos la
educación, la salud y la seguridad ciudadana; siempre con la política de
privatizar todo, el agua, la energía, el transporte, la telefonía y mucho más.
Pero, a inicios de 1959, nació un
ejemplo, una esperanza y una opción para los más desposeídos. El tirano Fulgencio Batista huyó con
sus maletas llenas del dinero público y los guerrilleros de la Sierra Maestra se unieron a los
combatientes de la clandestinidad para avanzar hacia La Habana y, de paso, avanzar hacia
el futuro.
Poco a poco se hizo más evidente la
vigencia del pensamiento de Fidel en América Latina, área para
la que se convirtió en faro y luz.
Visitó varios países de la región y siempre fue aclamado por las
multitudes, desde el primer viaje luego de la victoria, a Venezuela, el 23 de enero de 1959.
Ese día se refirió a la necesaria unidad de
los pueblos de América y el rol del territorio venezolano: «… ojalá que el
destino de Venezuela y el destino de Cuba y el destino de todos los pueblos de
América sea un solo destino, ¡porque basta ya de levantarle estatuas a Simón Bolívar con
olvido de sus ideas, lo que hay que hacer es cumplir con las ideas de Bolívar!
Se interesó de manera especial por todo lo
concerniente a la causa de Puerto
Rico y los luchadores independentistas presos en aquellos tormentosos años,
particularmente por la reconocida anticolonialista Lolita Lebrón, y dio apoyo
a varias organizaciones boricuas, las que tuvieron en él a un aliado.
Manifestó siempre una extraordinaria
solidaridad hacia América Latina y el Caribe y le inculcó esos sentimientos al
pueblo cubano, tal como ocurrió el 31 de mayo de 1970, cuando donó su propia
sangre para los damnificados por el terremoto que sacudió a la localidad de
Ancash, en Perú y que ocasionó
unas 80 mil muertes.
A lo largo de varias décadas, destacó
que la unidad de la región era el arma para hacer frente al imperialismo yanqui.
Así lo dijo en la sesión inaugural de la
Primera Cumbre Iberoamericana, efectuada en Guadalajara, México, el 18 de julio de 1991: «
(…) A esa América Latina integrada y unida, Cuba está dispuesta a pertenecer, a
discutir con ella cualquier tema, e incluso a derramar su sangre defendiendo lo
que es hoy la primera trinchera de la independencia y soberanía de nuestros
pueblos. Ha llegado el momento de cumplir con hechos y no con palabras la
voluntad de quienes soñaron un día para nuestros pueblos una gran patria común
que fuese acreedora al respeto y al reconocimiento universal».
En el segundo evento de ese
tipo, en Madrid, España, el 23
de Julio de 1992, afirmó que: «Divididos, nuestros pueblos no podrán garantizar
su independencia, el respeto de los poderosos, el bienestar a que aspiramos y
un lugar decoroso en el mundo».
Luego llegó la creación del
ALBA, junto al Comandante eterno de la
Revolución Bolivariana Hugo Chávez Frías. Y, el triunfo de movimientos sociales en Ecuador, Bolivia, Nicaragua y otras naciones, «para
construir una Patria Grande en la América Latina, según la soñaron los héroes
de nuestras luchas emancipadoras».
En todos los momentos, el
pensamiento de Fidel ha tenido vigencia en Latinoamérica y su obra se concreta
en millones de personas que recuperaron la visión, luego de intervenciones
quirúrgicas de sus afecciones oculares; en las manos que aprendieron a escribir;
en los beneficiados con la práctica sistemática de deportes; en los
discapacitados que encontraron una esperanza…
Por todo eso fue, es y
seguirá siendo un ejemplo imperecedero, un paradigma a imitar, un
agradecimiento perenne, un compromiso constante y un voluntad a cumplir.
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