Las elecciones
en Cuba, tanto parciales, cada dos años y medio, como las generales, que tienen
lugar cada cinco años, son totalmente transparentes; y aunque el resto del mundo
establezca sus propias normas, aquí se ha demostrado el buen resultado de todos
los parámetros recogidos en la Ley 72, Ley Electoral.
Los esquemas
que se cumplen en la Mayor de las Antillas han sido cuestionados una y otra vez
por los enemigos de siempre, esos que definen cualquier proceso con la pobreza
de sus ideas y el capricho de querer conseguir lo que desean, a toda costa,
incluso, con mentiras y manipulaciones.
Todos los
procesos electorales, desde la creación de los Órganos Locales del Poder Popular,
han sido una escuela para los cubanos, basada en principios morales y éticos
que hacen confiar en la
Revolución, y especialmente en las autoridades que se designan en las
provincias, municipios, distritos y circunscripciones.
Lo primero es
la imparcialidad de esas personas, hombres y mujeres, responsables de familias,
trabajadores, jubilados o amas de casa; pero, con capacidad intelectual,
prestigio y excelente conducta ciudadana, que los hacen dignos de la confianza
de sus vecinos; incluso, para asesorar ante cualquier duda.
Para el pueblo,
está también la posibilidad de participar en la apertura del colegio electoral,
cuando se muestran a los presentes las urnas vacías, sin boletas extras que
puedan alterar los verdaderos resultados de los comicios.
Igual ocurre al
caer la tarde, cuando concluye el horario del sufragio y cualquier persona
puede acudir a su centro de votaciones y presenciar el conteo de las boletas,
la clasificación en las que son válidas o no, y la declaración del candidato
que representará a su circunscripción en la Asamblea Municipal del Poder
Popular.
La
transparencia del proceso electoral en Cuba tiene también sus bases en nuestros
niños. ¿Qué nación del mundo desarrolla sus votaciones custodiadas por las
jóvenes generaciones? Basta ver en la televisión o en los sitios de internet
las largas colas de votantes de otras naciones y en las puertas, dos
uniformados, equipados con fusiles, balas y cargadores, porras, gases
lacrimógenos y más elementos de contención.
Aquí los
pioneros no solo escoltan las urnas; también acompañan a los miembros de las
comisiones hasta las casas de ancianos, encamados o personas sin buena
movilidad, para hacerles posible su derecho al voto. Y en el trayecto nadie
roba la boleta, ni la altera en busca de beneficios personales.
En ningún
rincón del territorio nacional se realizan campañas electorales. Está prohibido
hacerlas, por ley. De esa manera se garantiza la igualdad de oportunidades para
todos los candidatos. Tampoco se compran ni se venden votos, ni hay ventajas
para los delegados pues al ser elegidos no ganan ni un centavo por la nueva
responsabilidad.
Y, por último,
son transparentes las elecciones en Cuba porque es el propio pueblo el que
nomina a sus candidatos a delegados.
Cualquiera puede hacerlo, basta levantar la mano y exponer sus razones.
El Partido Comunista de Cuba no nomina. Tampoco la Unión de Jóvenes Comunistas
ni las organizaciones de masas.
Es el pueblo el
verdadero dueño del proceso, desde el inicio hasta el final, y eso nadie lo va a
cambiar, ni los vecinos del norte, con sus histéricas pataletas, ni la fauna
que compone la contrarrevolución interna, desesperada porque no son
importantes, ni representativos, ni aceptados.
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