Cuidar a la
Patria es una frase sencilla, que se dice fácil y que tal vez no encierra la
grandeza de todas sus letras. Pero, como los hechos valen más que las palabras,
la pasión y el empeño se multiplican en más coraje, mayores riesgos y mejor
esfuerzo.
Así
piensan y viven los hombres
y las mujeres que integran los Órganos de la Seguridad del Estado, quienes
laten junto al pueblo, con sentimientos compartidos, aunque una fachada los
muestre en posturas y acciones contrarias a su manera de pensar.
Luchan, de una forma diferente, por
los mismos ideales de dignidad, fidelidad y honestidad que la mayoría de los
cubanos, solo que con un compromiso añadido porque deben simular como actores
de teatro y parecer contrarrevolucionarios o delincuentes comunes.
Ese es su quehacer diario, disfrazarse
de lo que no son y salir, con los ojos y el corazón bloqueados, a romper los
planes enemigos para que no sea de ellos el triunfo, sino de las personas
comunes que trabajan para consolidar la hermosa obra humana que se construye
desde 1959.
Los Órganos de la Seguridad del Estado
cumplen hoy 59 años y desde su creación son numerosas las vivencias de sus
héroes; algunas de esas historias se dicen y el pueblo las agradece. Otras,
quedan anónimas o escondidas en seudónimos o en emociones que se disimulan para
mantener el secreto de las operaciones.
Esa fuerza nació para contrarrestar
las acciones de la Agencia Central de Inteligencia y del gobierno
estadounidense, empeñados siempre en desestabilizar a nuestro país con
enfermedades, sabotajes a aviones, incendios, descrédito a nuestros dirigentes
y otras perversas intenciones que se desvanecen ante la moral de los cubanos.
Clandestinos en sus emociones, los
agentes de la Seguridad del Estado hacen suyas las palabras del Héroe Nacional
de Cuba, José Martí, cuando dijo «ya estoy todos los días
en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber —puesto que lo entiendo y
tengo ánimos con que realizarlo— de impedir a tiempo con la independencia de
Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa
fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré,
es para eso. En silencio ha tenido que ser, y como indirectamente, porque hay
cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son,
levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin».
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