La patria está llena de símbolos que hacen único al
terruño y que más allá de creencias e ideologías desatan hermosos recuerdos o
despiertan olores, ruidos, alegrías y una añoranza extraordinaria cuando se
está lejos y el corazón late lleno de nostalgia.
Ocurre con el Himno Nacional, que emociona
desde que se escuchan los primeros acordes, hasta que la última nota vuela
hacia el silencio.
Y el ritmo de la música, dentro y fuera del
archipiélago, nos lleva hasta las calles de Bayamo, en aquel octubre de 1868,
cuando un grupo de patriotas lo cantó, en claro desafío al gobierno de España.
Perucho Figueredo, uno de los hombres que luchaba por la libertad de
Cuba, lo había escrito antes, a
petición de sus compañeros de lucha contra el yugo opresor.
Y el día 20, hace hoy 148 años, después de la toma
de la ciudad, el pueblo bayamés, enardecido, entonó las dos primeras estrofas
de esa melodía que escuchamos cada mañana en las escuelas, los centros de
trabajo y las instituciones militares; esas que llenan de gloria a los cubanos
en eventos deportivos internacionales y que hoy son un símbolo nacional…
Aquel canto de amor y de guerra marcó un importante
punto de nuestra historia pues desde entonces acompañó a los mambises en la lucha por la independencia.
En el año 1900, exactamente el día 5 de noviembre,
fue aprobado, de manera oficial, en la Asamblea Constituyente como Himno de la
nación.
Ochenta años después creció el reconocimiento a esa
hermosa obra pues se declaró, junto a la Bandera de
la Estrella Solitaria y al Escudo de la Palma Real,
como uno de los tres símbolos nacionales que han presidido las luchas cubanas
por la independencia, los derechos del pueblo y el progreso social.
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