Escuche
AQUÍ las palabras del reconocido investigador Raúl Verdecia Pérez sobre la
colección de palmas de Monte Cabaniguán.
AUDIO:
El valor ecológico de Monte Cabaniguán.
En
la parte sur de la provincia
de Las Tunas, a casi 700 kilómetros al este de La Habana, la sabia
naturaleza diseñó un sitio que forma parte del humedal de Biramas,
en el Delta del Cauto,
el segundo de mayor importancia en Cuba.
Escondido
en un pedacito de nuestra geografía y visible solo para los residentes en la
zona y para los valientes que desafían un difícil y extenso camino desde el
núcleo urbano del municipio de
Jobabo hasta Zabalo,
Monte Cabaniguán
es un destino de pocos y un anhelo de muchos por las bellezas naturales que
atesora y que lo convierten en imprescindible para la conservación del entorno.
Del lugar sobresalen numerosas especies de la flora y entre ellas
destaca el mangle, fuerte y firme, que rompe el impacto de las olas a pesar de
lo débil del terreno en el que se sustentan sus raíces; y también allá abundan
los palmares, de tronco fino y recto, erguidos y atentos al sol, el viento y a las
aves que revoletean en lo alto.
Esos animales son símbolo de alegría, por sus
colores, el canto que las distingue entre las diferentes especies y por su
vuelo, que se torna repentino y difícil de pronosticar, cuando surcan el viento
en un batir incesante de alas. Verlos
siempre es reconfortante, más si gozan de libertad y se multiplican en las
sabanas, costas y bosques.
Precisamente
son otras de las riquezas del sitio, donde crecen con seguridad diferentes
tipos de cateyes, cotorras, cernícalos y los sijúes cotunto y platanero, además
de los carpinteros churroso, jabao y verde, en su mayoría endémicos o
amenazados de extinción.
Aunque tiene bosques y llanuras, una amplia parte de su extensión está
compuesta por suelos cenagosos que llegan hasta el mar, en los que viven
flamencos, zarapicos, pelícanos, cocos, garzas, sevillas, corúas y otros
pájaros acuáticos que anidan en la inmensidad de los manglares, bajo los
fuertes rayos del sol y con el ruido musical del suave oleaje de la costa y los
esteros.
Ahí se reproducen y desarrollan libremente los cocodrilos Acutus americano,
y también se crían en estanques construidos en tierra firma en lo que
constituye el mayor reservorio en cautiverio de esos animales en todo el mundo.
Y ese
lugar de Las
Tunas tiene la sabana de Cuba
con mayores reservas de palmas, aunque se crean viveros comunitarios, a los que
se suministran las semillas para agilizar un proceso que es muy lento de manera
natural y que en los últimos tiempos se ve afectado por especies invasoras como
el marabú y la piña de ratón.
Sobre
el tema explicó Raúl
Verdecia Pérez, especialista del Jardín Botánico local, quien precisó que en
el área abunda la Roystonea regia o palma real y
que hay varios tipos de Copernicias, tal vez de las mejores poblaciones del
archipiélago.
Añadió
que incluso, hay Copernicias gigas, un árbol que alcanza más de diez metros de
altura, con un tronco grueso, a pesar de estar en un suelo pobre y salino, a la
orilla del saladar.
Y concluyó
que abundan las Jatas de los
murciélagos, el yarey, que es una palmita pequeña típica de las sabanas y
la Copernicia baileyana o guano dulce, que es una de las palmeras más lindas
del mundo, además de la palma real, enaltecida con el título de Árbol Nacional de
Cuba y apodada como la reina
de los campos de este archipiélago.
Desde hace varios años, esta es una de las áreas protegidas del
territorio tunero, categorizada como Refugio de Fauna Monte Cabaniguán-Ojo de
Agua y administrada por la Empresa para la Protección de la Flora y la Fauna.
Por eso es sede de numerosos proyectos investigativos, patrocinados
por organismos nacionales e internacionales, y de mejoras medioambientales que
garantizarán la supervivencia de diferentes especies y su multiplicación en
otras áreas de la provincia, con similares condiciones geográficas y
climáticas.
Los que hemos llegado hasta allá, aunque sea solo una vez, coincidimos
en que es un lugar precioso, que invita a soñar despiertos, a amar sin límites
y a proteger las más
de 14 mil hectáreas de bosques, sabanas, manglares y humedales que posee, a la
vez que ofrece seguridad porque allí el futuro está garantizado.
Bien
lo saben los niños de la comunidad, para quienes no existen los juegos con tirapiedras. Ellos participan en festivales, concursos de
pintura y literatura, explican a los adultos cómo deben proteger la naturaleza
y aprenden desde pequeños a sembrar palmas, observar los nidos de pájaros
carpinteros, a diferenciar el canto del catey y la cotorra, a distinguir un
garzón de una marbella…
En
fin, aprenden a ver crecer la vida con la alegría que regalan los animales, las
plantas, el sol, las olas, el viento y los demás factores que hacen de Monte Cabaniguán
una garantía para el porvenir y que recuerdan que cualquier día puede ser
aprovechado al máximo para cuidar sus valiosos recursos naturales.
1 comentario:
Muchas gracias por la información, soy vasco pero voy por Las Tunas un par de veces al año, me gusta la geografía y ver los rincones más apartados, algún día quizás baje hacia Zabalo (en motorina jajaja), y también quiero ir a conocer Playa Habanero. Un saludo Yenima.
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