¿Quién soy?

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Licenciada en Periodismo por la Universidad de Oriente en Santiago de Cuba, en el año 1994, y Máster en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de La Habana, en el año 2009. Esta es una página personal, dedicada a mi querida ciudad de Las Tunas, en Cuba, y con las puertas abiertas a otros sitios de la provincia, que lleva igual nombre. Espero que sigamos compartiendo imágenes, historias, anécdotas y proyectos de la tierra que nos vio nacer o que nos acogió como hijos propios. Ah, ahí les dejo varias fotografías de los 8 municipios tuneros.

martes, 4 de junio de 2013

Mis emociones al visitar el Cuartel de la Montaña



Para los cubanos todos, y especialmente para mí, acercarme al legendario Cuartel de la Montaña fue un anhelo profundo, que parecía imposible, y a la vez una necesidad espiritual muy grande, pensando siempre en honrar al hombre fiel a su pueblo, al amigo de los pobres, al hermano de Fidel Castro, Simón Bolívar y José Martí.
Cuando la vida me dio la oportunidad fui presurosa, por mí, por mis hijos y demás familiares, por los hombres y las mujeres que desde Cuba también desean venir y fui, especialmente, a llorar mi dolor, un dolor inmenso que desbordó los corazones de muchos aquel fatídico CINCO de marzo.
Llegué al barrio 23 de enero, en un cerro de Caracas, aprecié la belleza de la instalación militar convertida en monumento histórico y admiré el cañón que cada día dispara una salva para recordar que a las 4 y 25 de la tarde se apagó la vida física de uno de los hombres más inmortales.
Miré, desde allá arriba, el Palacio de Miraflores y una buena parte de la capital venezolana, y solemnemente, con el corazón latiendo fuerte, me dispuse a entrar al Cuartel de la Montaña.
Fue un momento conmovedor, no solo por la voz de Hugo Chávez entonando llaneras y joropos, sino por la alegría de su sonrisa eterna, el amor al pueblo venezolano, las imágenes con Fidel y Raúl, su rostro empapado por la lluvia en la campaña electoral… por su aliento incontenible a luchar por la unidad latinoamericana y caribeña.
Emociona ver y tocar la Flor de los Cuatro Elementos, un mausoleo que guarda, como un preciado tesoro, los restos mortales de un hombre que ya es pueblo; que es pasado y presente; pero, que también es futuro porque enseñó a pensar, orientó acciones, ideó proyectos…
Y emociona también saberlo honrado con una guardia de honor perfecta y respetuosa y con fieles palabras que nacen del alma de guías y militares que lo acompañaron en vida y lo escoltan ahora tras la muerte.
Luego de homenajear al Comandante eterno, en su sepulcro, siento un enorme orgullo y confirmo que su obra continuará en los protagonistas del mañana y en el amanecer que alumbra a Venezuela desde hace 14 años.

domingo, 26 de mayo de 2013

Una semana en Venezuela



Parece que el reloj no avanza, que las agujas no se mueven; pero, ya llevo siete días en esta ciudad linda, llena de contrastes y de luces.  Aquí los días son largos, amanece aproximadamente a las cinco de la madrugada y el sol es suave en la mañana y fuerte en las tardes.
Poco a poco me voy adaptando a las diferencias y cuando salgo a la calle, mis ojos atrapan las palabras, las risas, los gestos y las costumbres de los venezolanos.
Y, lentamente, aprendo a vivir mi futuro.

Las primeras jornadas en Caracas



¿Qué habría sido de los recién llegados sin la mágica influencia de Miozotis y René?  Ellos se multiplican en padres, amigos, compañeros y, por supuesto, en inestimables asesores.  Con ellos supe las primeras cosas de Caracas, cómo llegar a algunos lugares, qué palabras usar, cómo funcionan los equipos del apartamento, los horarios; en fin, lo elemental para vivir en este lugar, tan diferente al entorno que tuve durante 40 años.
Mi cuerpo conserva las huellas del sol y mis pies sienten el peso de los pasos, aunque ya viajé en metro, buseta y camioneta porque- qué maravilla- conocí la puerta de Caracas, en la ruta de los españoles que llegaban a esta ciudad, y el monumento que une a Simón Bolívar y a José Martí en lo alto de un cerro caraqueño.
También caminé por el centro histórico, vi la casa natal de El Libertador y me fotografié ante la estatua que lo recuerda, la misma que visitó el Héroe Nacional de Cuba, sin preguntar dónde se comía o se bebía y sin sacudirse el polvo del camino.
A escasas jornadas de mi llegada a Venezuela, sé muy poco; pero, el futuro se me muestra abierto, en espera de mi utilidad y mi virtud para cumplir con éxito mi misión.

Recibimiento



Luego de los trámites migratorios de rigor, se abrieron las puertas del aeropuerto de Maiquetía, en Venezuela, y el sonido se inundó de risas y bienvenidas, allí estábamos los periodistas recién llegados y una representación de los que muy pronto terminarán su labor. 
Juntos reímos, dimos y recibimos abrazos, nos fotografiamos… Y ahí comenzaron las explicaciones sobre el clima, la situación político-social, el entorno, las costumbres y las medidas de seguridad.
Asombrados y curiosos, escuchábamos y mirábamos los millones de luciérnagas que se multiplicaban en los cerros y la extraordinaria cantidad de autos ligeros y busetas, que son unos pequeños ómnibus, además de sitios que amablemente nos señalaban nuestros acompañantes.
Al fin llegamos al hotel y la alegría se incrementó con nuevos colegas y las preguntas y respuestas sobre nuestra querida Patria.  Comimos y, al prepararnos para el sueño la mente voló miles de kilómetros hasta el recordado hogar, con su cotidianeidad, su aroma y con las cuatro partes de mi corazón que me esperan allá.

En el aire



De pequeña, los aviones me resultaban curiosos, atractivos e interesantes; pero, con el paso de los años, cuando los conocí mejor, me causaron temor.
A ellos subí una vez, y otra, y muchas más. Sin embargo, no acabo de adaptarme.  El pánico me inunda y me obliga a cerrar los ojos y a encomendarme a Dios, a la Virgen de la Caridad del Cobre y a Jesucristo.
Esta vez fue mucho más complicado, un viaje más largo, fuera de las fronteras de la Patria, sobre el mar, un avión más grande…
Pero, el deber convoca y no hay opciones.  Aunque, honestamente, hubiera preferido un barco, o varias horas en guagua o en tren.
Ya no hay remedio, el avión despegó y, por suerte, todo salió bien. Después de dos horas y media de viaje avisté hermosos cerros y me sentí segura cuando mis pies tocaron la tierra firme.

Añoranza



El reloj marca poco más de las siete de la noche y ante la inminente partida del ómnibus mi corazón se retuerce de tristeza por la anunciada partida y, a la vez, palpita con orgullo por la serenidad fingida que muestran mi esposo, mi adorada madre y mis queridos hijos.
Es un momento difícil e inolvidable que vivo entre suspiros y con lágrimas contenidas mientras pienso en el futuro cercano, en los nuevos retos que me impone la profesión de periodista y en el modo de enfrentar lo desconocido.
Se cierran las puertas y las manos se agotan de tanto adiós.  La vista atrapa todo el horizonte para recordarlo durante la ausencia y silenciosamente en mi rostro comienzan a correr pequeños arroyos de dolor.